domingo, 22 de septiembre de 2013




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     Apoyados los codos en el alfeizar de la ventana de su dormitorio, disfrutaba Bastien, como buen mercader, del movimiento que llenaba las calles de Foix aquel decimocuarto día de octubre, encumbrado el cielo por un sol tan radiante que parecía brillar por las buenas nuevas llegadas desde su villa natal.

     Se giró en redondo al abrirse de golpe la puerta de la estancia y vio entrar a  Khalia, cabello suelto, negro, rizado y largo hasta la cintura, labios gruesos  tan rojos como la sangre, párpados tiznados allá donde echaban raíz las pestañas y más verdes que nunca sus profundos y salvajes ojos almendrados. Se abalanzó sobre él, que tuvo el tiempo justo para sujetarla por las nalgas antes de chocar con la pared, mientras se colocaba ella a horcajadas a la altura de su cintura con la agilidad propia de una pantera de Bahr Negash, lugar desde donde huyera a Al-Qãhira, como llamaba ella a El Cairo en su árabe natal, para partir de su importante puerto hasta costas francas en un barco mercante a cambio de dispensar favores sexuales al contramaestre de la embarcación, acabando finalmente en tierras lejanas al mar, convertida en la mujer del suertudo e imbécil de Hyppolitte.

      -Algún día tu marido nos sorprenderá- dijo acariciando sus suaves e interminables piernas caoba, para volver a las nalgas, cubiertas tan solo por la ligera falda.

    -¿Sorprendernos Hyppolitte?- Khalia se rio echando el cuerpo hacia atrás, completamente estirado su largo y  esbelto cuello, casi barriendo el suelo con la cabellera y apoyado su sexo rosado y jugoso sobre el abdomen desnudo de él.

     Bastien la sujetó contra el marco de la ventana abierta, sacó su miembro  y se la benefició sin preámbulo alguno, con la emoción de poder llegar a ser vistos por los vecinos de Foix que atestaban las rúas. En uno de los embistes, empujó Khalia uno de los floridos tiestos que adornaban la ventana y calló éste al suelo con gran estrépito, justo ante las narices de Hyppolitte, que  en aquel momento volvía del mercado. El hombre miró hacia arriba, hacia la ventana del peregrino.

    -¡Extranjero, tened cuidado¡ ¡Casi me abrís la cabeza de un tiestazo!

     Bastien asomó la mano haciendo un ademán y pidió disculpas a su casero con la voz entrecortada por la excitación de su miembro a punto de escupir.

     Hyppolitte entró con su zambo caminar en la vivienda, vivamente enojado con el torpe viajero por haber estropeado una de aquellas plantas que con tanto mimo cuidaba su bella y amante esposa.




1 comentario:

  1. Bahr Negash significa "el reino del mar", y en torno al siglo XII se llamaba así al territorio pegado al mar Rojo conocido ahora como Eritrea.

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